EN UN CUERPO TRANQUILO, INSPIRO
Por: jeanne de salzmann
Tengo una nueva impresión de mí mismo, pero es frágil.
No estoy suficientemente impregnado por la sensación de
ser esa Presencia viviente y el sentimiento que se manifiesta allí es demasiado
débil.
Las tensiones vuelven a formarse. Las siento. Pero se de lo
que ellas me separan, y porque lo se, ellas caen.
Es un movimiento de flujo y reflujo en el cual mi
sentimiento se fortalece.
El pierde sus elementos de negatividad y
agresividad, y se abre cada vez más al sentido de lo sutil, de lo superior,
de lo que es la vida misma.
Mi inteligencia debe abrirse al sentido de
mis tensiones y algo en mí necesita ceder cada vez más el sitio, no por
una obligación sino por una necesidad de mi ser.
Busco comprender lo que es para mí ese estado sin tensión que
me acerca al vacío, a mi esencia.
Penetro en un mundo de vibraciones más finas.
Las siento, tengo la sensación de ellas, primero en
ciertas partes de mi Presencia, como si esas partes fueran vivificadas,
irrigadas, espiritualizadas por ellas.
No estoy todavía por completo bajo la influencia de esas
vibraciones, pero siento una necesidad cada vez mayor de no oponerles
ya resistencia.
Mi yo habitual ha perdido su autoridad y otra autoridad
se hace sentir.
No estoy todavía completamente en sintonía.
Pero mi vida sólo tiene sentido en el cumplimiento de
ese hecho.
Al estar en sintonía con la acción de esas vibraciones,
siento que me he ubicado en un circuito cerrado y que si puedo conservar estas
disposiciones el tiempo necesario, el milagro de mi transformación se realizará.
Para llegar a sentir esas finas vibraciones, es necesaria
una inmovilidad real del cuerpo, es decir, un estado donde ya no
haya ninguna tensión, y en lo que concierne al pensamiento, ser un
testigo que registra todo lo que pasa sin ningún comentario.
Aprendo a comprender lo que es una sensación pura —una
sensación donde la imagen no interviene— donde mi cuerpo está bajo esta visión, sin
tensión alguna en ninguna parte.
El relajamiento se hace por sí mismo a medida que aumenta la
claridad de mi visión y siento que hay islotes de energía que tienen la
necesidad de vincularse más profundamente.
Esa sensación fina es una señal de la encarnación, el momento de
penetración en que el espíritu se materializa y adquiere una densidad definida.
En ese estado más objetivo en el que se establece un
orden, mi respiración puede tomar un sentido nuevo.
Sólo en ese estado soy capaz de recibir ciertos elementos
más finos del aire y absorberlos.
La energía circula libremente en mi cuerpo, nada la
detiene o la desvía, nada la proyecta hacia fuera ni tampoco la fija adentro.
La siento moverse libremente en una especie de movimiento
circular que se produce sin mi intervención.
Es un movimiento en el cual existo y descubro la respiración: la
absorción y eliminación de la energía.
Inspiro... Espiro.
Se que inspiro... Se que espiro.
En un cuerpo tranquilo inspiro...
En un cuerpo tranquilo, espiro.
Largamente inspiro...
Largamente espiro.
Estoy despierto a esta respiración que se efectúa en mí.
Estoy despierto a mi cuerpo.
No separo una del otro.
En un cuerpo más liviano inspiro...
En un cuerpo más liviano
espiro.
espiro.
Está liviano pero no se eleva hacia lo alto.
Me permito espirar hasta el final.
Sin avidez, inspiro... Sin avidez, espiro.
Siento la impermanencia de este movimiento. No busco
retener nada.
Sintiéndome libre, inspiro... Sintiéndome libre, espiro.
Siento que las palabras y las formas pierden su poder de
atracción.
Hay una especie de claridad, de luz que ilumina el estado
en que estoy.
Me vuelvo profundamente tranquilo para despertarme a lo
que soy.
jeanne de salzmann