martes, 20 de octubre de 2015

EN UN CUERPO TRANQUILO, INSPIRO

EN UN CUERPO TRANQUILO, INSPIRO
Por: jeanne de salzmann


Tengo una nueva impresión de mí mismo, pero es frágil.

No estoy suficientemente impregnado por la sensación de ser esa Presencia viviente y el sentimiento que se manifiesta allí es demasiado débil.

Las tensiones vuelven a formarse. Las siento. Pero se de lo que ellas me separan, y porque lo se, ellas caen.

Es un movimiento de flujo y reflujo en el cual mi sentimiento se fortalece.

El pierde sus elementos de negatividad y agresividad, y se abre cada vez más al sentido de lo sutil, de lo superior, de lo que es la vida misma.

Mi inteligencia debe abrirse al sentido de mis tensiones y algo en mí necesita ceder cada vez más el sitio, no por una obligación sino por una necesidad de mi ser.

Busco comprender lo que es para mí ese estado sin tensión que me acerca al vacío, a mi esencia.

Penetro en un mundo de vibraciones más finas.

Las siento, tengo la sensación de ellas, primero en ciertas partes de mi Presencia, como si esas partes fueran vivificadas, irrigadas, espiritualizadas por ellas.

No estoy todavía por completo bajo la influencia de esas vibraciones, pero siento una necesidad cada vez mayor de no oponerles ya resistencia.

Mi yo habitual ha perdido su autoridad y otra autoridad se hace sentir.

No estoy todavía completamente en sintonía.

Pero mi vida sólo tiene sentido en el cumplimiento de ese hecho.

Al estar en sintonía con la acción de esas vibraciones, siento que me he ubicado en un circuito cerrado y que si puedo conservar estas disposiciones el tiempo necesario, el milagro de mi transformación se realizará.

Para llegar a sentir esas finas vibraciones, es necesaria una inmovilidad real del cuerpo, es decir, un estado donde ya no haya ninguna tensión, y en lo que concierne al pensamiento, ser un testigo que registra todo lo que pasa sin ningún comentario.

Aprendo a comprender lo que es una sensación pura —una sensación donde la imagen no interviene— donde mi cuerpo está bajo esta visión, sin tensión alguna en ninguna parte.

El relajamiento se hace por sí mismo a medida que aumenta la claridad de mi visión y siento que hay islotes de energía que tienen la necesidad de vincularse más profundamente.

Esa sensación fina es una señal de la encarnación, el momento de penetración en que el espíritu se materializa y adquiere una densidad definida.

En ese estado más objetivo en el que se establece un orden, mi respiración puede tomar un sentido nuevo.

Sólo en ese estado soy capaz de recibir ciertos elementos más finos del aire y absorberlos.

La energía circula libremente en mi cuerpo, nada la detiene o la desvía, nada la proyecta hacia fuera ni tampoco la fija adentro.

La siento moverse libremente en una especie de movimiento circular que se produce sin mi intervención.

Es un movimiento en el cual existo y descubro la respiración: la absorción y eliminación de la energía.

Inspiro... Espiro.

Se que inspiro... Se que espiro.

En un cuerpo tranquilo inspiro...

En un cuerpo tranquilo, espiro.

Largamente inspiro...

Largamente espiro.

Estoy despierto a esta respiración que se efectúa en mí.

Estoy despierto a mi cuerpo.

No separo una del otro.

En un cuerpo más liviano inspiro...

En un cuerpo más liviano
espiro.

Está liviano pero no se eleva hacia lo alto.

Me permito espirar hasta el final.

Sin avidez, inspiro... Sin avidez, espiro.

Siento la impermanencia de este movimiento. No busco retener nada.

Sintiéndome libre, inspiro... Sintiéndome libre, espiro.

Siento que las palabras y las formas pierden su poder de atracción.

Hay una especie de claridad, de luz que ilumina el estado en que estoy.

Me vuelvo profundamente tranquilo para despertarme a lo que soy.


jeanne de salzmann

lunes, 19 de octubre de 2015

HIPNOTIZADO POR LO MENTAL

HIPNOTIZADO POR LO MENTAL
Por: Jeanne de salzmann

Una mente sin atención está llena de pensamientos.

En un estado pasivo, crea constantemente imágenes y las aplica a lo que observo.

Las imágenes crean placer o dolor que se graban en la memoria.
                             
Hay ilusión cuando queremos satisfacción.

Al observar desde un punto de vista fijo, esa mente crea una especie de separación, una oposición, un juez que reacciona con una opinión ya hecha de antemano sobre lo que ve.

Esa disposición interior es uno de los mayores obstáculos para recibir una impresión: juzgarse a sí mismo, a otro, a otros; juzgar... cualquier cosa.

En verdad nuestra vida entera está teñida, incluso dirigida, por ese impulso que es más fuerte que nosotros.

Tan pronto hay un juicio, es la prueba de que el yo ordinario entra en juego.

No hay un momento del día en el que dejemos de juzgar.

Ni siquiera cuando estamos solos se detiene ese movimiento.

Me mantiene en una esclavitud feroz, la esclavitud de lo que creo saber y de lo que creo ser.

Hay en mí una energía esencial, la base de todo lo que existe.

No la siento, porque mi atención está ocupada por todo lo que está contenido en mi memoria, ya sean pensamientos, imágenes, deseos, decepciones, impresiones físicas...

No sé lo que soy.

Me parece que no soy nada.

Y, sin embargo, algo me impulsa a buscar, a escuchar seria, verdaderamente.

Cuando trato de escuchar, veo que soy detenido por pensamientos y emociones de todas clases.

Escucho mal.

No estoy lo suficientemente tranquilo para oír, para sentir.

Lo que quiero conocer es más sutil.

No tengo la atención que hace falta para eso.

Todavía no he visto la diferencia entre la atención fija que viene de una sola parte de mí y la atención libre que no se fija sobre nada, que no es retenida por nada, porque participa a la vez de todas mis partes.

Mi atención habitual está encerrada en una parte y permanece tomada por el movimiento, el funcionamiento de esa parte.

Pienso en lo que experimento.

Mi pensamiento responde por mí.

Responde por un saber que no es el verdadero, que no es el conocimiento inmediato.

Mis pensamientos aparecen y desaparecen.

Es la aparición de todo lo que está almacenado en mi memoria, pero no la revelación de una percepción inmediata.

Mi pensamiento está encerrado en un pequeño espacio de mí mismo.

Siempre ocupado por algo, retiene mi atención encerrada en ese espacio, aislada del resto, del cuerpo, del sentimiento.

Estoy hipnotizado por lo mental.

Mi atención es continuamente proyectada de un pensamiento a otro, de una imagen a otra, en la corriente de la mente.

Nada relaciona esos pensamientos.

Mis deseos, mis apegos, mis miedos, son los hábitos y los apegos que conectan cada elemento con el siguiente.

Mi atención está presa adentro porque nunca antes me había percatado seriamente de que ella me fue dada para otra cosa.

¿Podría mi mente estar en silencio en su percepción?, ¿podría no reconocer algo por el hecho de nombrarlo?

Es decir, no separarse para ser el que mira, el que juzga, el que sabe.

Para ello haría falta una atención que no conozco, una atención que no se separe jamás de lo que observa, una atención que experimenta totalmente, que nada excluye.

Sólo cuando no excluyo nada soy libre para observarme y comprenderme.

Cuando mi cerebro puede estar no dormido, sino activo, sensible, viviente, está en un estado de inmovilidad atenta.

Entonces hay un movimiento de una calidad extraordinaria que no pertenece al pensamiento, ni a la sensación, ni a la emoción.

Es un movimiento del todo diferente que conduce a la verdad, a lo que no podemos nombrar.

La atención es total, sin distracción alguna...

En ese estado querría ver si soy capaz de no saber, de no ponerle nombre a lo que no conozco.

Tengo la sensación de mí mismo que mi pensamiento ordinario llama cuerpo.

Pero yo no se lo que es el cuerpo, no tengo nombre para lo que está allí.

Estoy consciente de las tensiones, hasta de las más pequeñas, pero no sé qué es una tensión.

Entonces viene la respiración que no conozco... en un cuerpo que no conozco, rodeado de gente que no conozco...

El cerebro se tranquiliza.

Comienzo a ver que sólo hay conocimiento real en el momento en que mi atención es tan plena que es una conciencia que lo llena todo.

Entonces, ninguna cosa tiene derecho sobre otra.

Hay una existencia pura.

El acto creador allí es la visión de lo que pasa. Y aprendo a vigilar.

jeanne de salzmann








domingo, 18 de octubre de 2015

EN UN CUERPO TRANQUILO, INSPIRO

EN UN CUERPO TRANQUILO, INSPIRO
Por: jeanne de salzmann

Tengo una nueva impresión de mí mismo, pero es frágil.

No estoy suficientemente impregnado por la sensación de ser esa Presencia viviente y el sentimiento que se manifiesta allí es demasiado débil.

Las tensiones vuelven a formarse. Las siento. Pero se de lo que ellas me separan, y porque lo se, ellas caen.

Es un movimiento de flujo y reflujo en el cual mi sentimiento se fortalece.

El pierde sus elementos de negatividad y agresividad, y se abre cada vez más al sentido de lo sutil, de lo superior, de lo que es la vida misma.

Mi inteligencia debe abrirse al sentido de mis tensiones y algo en mí necesita ceder cada vez más el sitio, no por una obligación sino por una necesidad de mi ser.

Busco comprender lo que es para mí ese estado sin tensión que me acerca al vacío, a mi esencia.

Penetro en un mundo de vibraciones más finas.

Las siento, tengo la sensación de ellas, primero en ciertas partes de mi Presencia, como si esas partes fueran vivificadas, irrigadas, espiritualizadas por ellas.

No estoy todavía por completo bajo la influencia de esas vibraciones, pero siento una necesidad cada vez mayor de no oponerles ya resistencia.

Mi yo habitual ha perdido su autoridad y otra autoridad se hace sentir.

No estoy todavía completamente en sintonía.

Pero mi vida sólo tiene sentido en el cumplimiento de ese hecho.

Al estar en sintonía con la acción de esas vibraciones, siento que me he ubicado en un circuito cerrado y que si puedo conservar estas disposiciones el tiempo necesario, el milagro de mi transformación se realizará.

Para llegar a sentir esas finas vibraciones, es necesaria una inmovilidad real del cuerpo, es decir, un estado donde ya no haya ninguna tensión, y en lo que concierne al pensamiento, ser un testigo que registra todo lo que pasa sin ningún comentario.

Aprendo a comprender lo que es una sensación pura —una sensación donde la imagen no interviene— donde mi cuerpo está bajo esta visión, sin tensión alguna en ninguna parte.

El relajamiento se hace por sí mismo a medida que aumenta la claridad de mi visión y siento que hay islotes de energía que tienen la necesidad de vincularse más profundamente.

Esa sensación fina es una señal de la encarnación, el momento de penetración en que el espíritu se materializa y adquiere una densidad definida.

En ese estado más objetivo en el que se establece un orden, mi respiración puede tomar un sentido nuevo.

Sólo en ese estado soy capaz de recibir ciertos elementos más finos del aire y absorberlos.

La energía circula libremente en mi cuerpo, nada la detiene o la desvía, nada la proyecta hacia fuera ni tampoco la fija adentro.

La siento moverse libremente en una especie de movimiento circular que se produce sin mi intervención.

Es un movimiento en el cual existo y descubro la respiración: la absorción y eliminación de la energía.

Inspiro... Espiro.

Se que inspiro... Se que espiro.

En un cuerpo tranquilo inspiro...

En un cuerpo tranquilo, espiro.

Largamente inspiro...

Largamente espiro.

Estoy despierto a esta respiración que se efectúa en mí.

Estoy despierto a mi cuerpo.

No separo una del otro.

En un cuerpo más liviano inspiro...

En un cuerpo más liviano
espiro.

Está liviano pero no se eleva hacia lo alto.

Me permito espirar hasta el final.

Sin avidez, inspiro... Sin avidez, espiro.

Siento la impermanencia de este movimiento. No busco retener nada.

Sintiéndome libre, inspiro... Sintiéndome libre, espiro.

Siento que las palabras y las formas pierden su poder de atracción.

Hay una especie de claridad, de luz que ilumina el estado en que estoy.

Me vuelvo profundamente tranquilo para despertarme a lo que soy.

jeanne de salzmann




MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES DE MIS PERCEPCIONES HABITUALES

MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES
DE MIS PERCEPCIONES HABITUALES
Por: jeanne de salzmann

Creo saber lo que es la unidad.

Si lo supiera verdaderamente habría en mí un deseo absolutamente irresistible de vivir mi vida en ese estado.

Ya no podría aceptar sentirme desmembrado y ver esas partes aisladas que agobian mi Presencia con hechos que me alejan de la conciencia de mi realidad.

ESTADO DE UNIDAD Y ESTADO DE DISPERSIÓN………

No obstante, empiezo a interesarme por la diferencia de lo que soy en un estado de unidad en comparación con un estado de dispersión.

Me intereso sobre todo en esa energía que constituye el vinculo vibratorio entre los centros y que, cuando está allí, trae consigo una fuerte aceleración del trabajo de las funciones.

Esa energía se revela al mismo tiempo como un espacio vacío en el cual puede aparecer una fuerza nueva.

Hay en mí una energía, una vida siempre en movimiento pero que no se proyecta hacia afuera.

Para sentirla son necesarios una cierta tranquilidad, un cierto silencio.

Sólo en el vacío otra realidad puede aparecer en mí.

Hay también en mí una energía proyectada por mis funciones en reacciones inagotables ante las impresiones que provienen de afuera y de adentro.

No tengo la calidad de atención necesaria para hacer frente a todas las impresiones y reacciones.

Pero quedo impactado cuando veo la rapidez con la que reacciono, antes incluso de saberlo.

¿Es posible recibir las impresiones sin reaccionar tan rápido y dejar que la impresión me penetre y actúe sobre mí?

Para ello, necesitaré de una percepción pura, de una percepción de lo que está ahí sin que las reacciones vengan a mezclarse en ello.

En mi estado habitual, mi atención se limita a notar lo que es.

El momento es muy corto, demasiado corto como para permitirme captar la naturaleza de algo tal cual es.

Sin embargo, ese es el momento del conocimiento.

Nosotros no estamos interesados en esa percepción imparcial de las cosas «tal como son», las juzgamos o las tratamos desde el punto de vista de nuestro interés personal.

No tenemos percepción sin imponerle al mismo tiempo una etiqueta que falsea su visión.

Luego, esas etiquetas determinan nuestras acciones y reacciones.

Necesito sobrepasar los límites de mis percepciones habituales.

Tengo necesidad de una nueva percepción, de una atención como de un sexto sentido que tenga la fuerza de registrar las impresiones sin la mente asociativa.

Sería una atención fluida, amplia, total, sin tensión, que contendría todo sin excluir nada.

Esa clase de atencion es muy difícil de encontrar en mí mismo porque no experimento su necesidad.

Busco siempre de la misma manera.

Creo poder tocar algo real afirmándolo, creo profundizar una sensación intentando conocerla más y mejor.

Pero para sentir la necesidad de una percepción nueva no puedo esperar algo positivo, sólo existe mi ignorancia.

Si experimento esa completa ignorancia, se produce una ruptura que me libera de las ataduras que me constriñen.

Se produce como una dilatación interior y mi atención ha franqueado el límite de las impresiones conocidas.

No hay escalera.

Hay que saltar.

Para tomar conciencia me es preciso dejar caer todo lo que es conocido.

El conocimiento es un estado en el cual todo es observado, experimentado, comprendido y abandonado como inutil, porque no puede servir para el momento siguiente.

Jeanne de salzmann




UN CAMINO DE COMPRENSIÓN

UN CAMINO DE COMPRENSIÓN
Por: jeanne de salzmann

El Cuarto Camino es un camino de comprensión que debe ser vivido.
        
Mi comprensión se mide según la manera en que vivo.

Existo exactamente según la medida de mi comprensión.

No puedo decir que entiendo lo que quiere decir estar presente.

No es verdad, porque no lo vivo.
        
Cuando existo de otra manera, sin estar presente, es que hay algo que no comprendo.

Pero, tal como soy, nunca lo comprenderé, a menos que una pregunta se levante en mí.

¿Cuál es el esfuerzo que llamamos «trabajar»?

¿Qué es lo que buscamos obtener?

¿Qué comprendo hoy, que necesito comprender?

Siempre queremos cambiar algo en nosotros porque no nos gusta.

Este no es un punto de partida justo.

No está basado sobre la comprensión y lo que no parte de la comprensión no puede ser confiable.

¿Sobre qué comprensión de mí mismo apoyo hoy mi esfuerzo?

Sólo me puedo comprometer en la medida de mi comprensión.

La comprensión depende de mí estado de ser, de mí estado de Presencia.

Las impresiones conscientes forman la base de la comprensión.

¿Qué es comprensión?

Lo que experimente en un momento de conciencia es lo que comprendo.

Desafortunadamente no permanezco consciente.

En el momento en que mi estado cambia, y mi conciencia disminuye, mi comprensión se pierde.

Enseguida es tomada por mi pensamiento asociativo y mis emociones automáticas, mis medios ordinarios que la roban para pretender que es suya y servirse de ella.

Hay que conocer este hecho inevitable para no ser engañado.

La comprensión es un tesoro precioso que debe entrar como un elemento vivo en el esfuerzo siguiente que yo haga.

Si la comprensión entra con claridad, puede dar un impulso que será justo y llevará a una impresión consciente, a una comprensión nueva.

Hay que tener cuidado para no permitir que esa impresión nueva sea traicionada por mis medios ordinarios.

De otra manera esa impresión nueva, será enturbiada y acompañada por asociaciones indeseables.

En el estado ordinario de sueño, de identificación, no podemos saber nada.

Cuando estoy tomado, estoy totalmente ausente.

No hay nadie allí para ver, para darse cuenta; no hay una partícula de atención libre para ver.

En mi estado de sueño es absurdo pretender que quiero trabajar, es imposible.

Necesito poner en tela de juicio la ilusión de mí mismo, mi afirmación habitual.

Mi primer esfuerzo es despertarme para ver.

No damos suficiente importancia a ese momento de despertar, el momento en que uno se ve tal como es en su sueño.

Creemos que despertar significa entrar en otra vida que no tendría nada que ver con la que llevamos.

Sin embargo, en realidad, despertar significa ante todo despertar a lo que somos en nuestro sueño.

Despertar significa ver, experimentar el sueño; despertar significa ver, experimentar la identificación.

El momento mismo en que emergemos para ver que estamos sumergidos en el sueño, en la identificación, es el único momento de donde podría partir un impulso.

Allí tengo la oportunidad de despertar; después justifico, miento.

En ese instante, me doy cuenta de que mi estado es muy bajo, muy inferior.

Me siento concernido y quiero liberarme.

Entonces quiero estar presente.

Viendo que estoy tomado por mi imaginación, de repente me he despertado como golpeado por una luz.

Despierto al tomar conciencia de mi sueño.

Veo que tengo la posibilidad de despertar cuando no estoy totalmente tomado.

Reconozco allí una posibilidad que es algo muy grande.

La mayoría del tiempo rechazo esa posibilidad, y eso es una traición.

Podríamos despertar pero no lo hacemos.

Estamos ausentes.

Y cuando despertamos vemos que no podemos permanecer presentes.

Si no busco conocer la manera en que soy tomado, me quedaré en un círculo sin salida.

Ver, conocer, se vuelve la meta más importante.

Necesito comprender que puedo poder y que puedo querer; puedo trabajar para estar presente.

Necesito querer estar presente y poder permanecer presente.

La manera en que me cuestiono, en que busco conocer lo que necesito, es muy importante.

No puedo empezar desde un deseo vago que doy por sentado.

Tengo que saber qué es lo que hago y por qué lo hago.

jeanne de salzmann